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Por: Stefania Chirico
El olivo no es solo un cultivo ancestral: es un pilar de identidad para las civilizaciones que han habitado el sur de Europa. Desde la antigua Grecia hasta la España romana, su fruto ha alimentado, curado y acompañado rituales a lo largo de los siglos.
Su origen se remonta al Levante Mediterráneo —actual Siria, Palestina, Israel, Líbano y Jordania—, pero fue en el clima del sur europeo donde encontró las condiciones ideales para expandirse. Y en Creta, punto estratégico de conexión entre culturas, aún sobrevive el que sería el olivo más longevo en producción del planeta: el olivo de Vouves.
Ubicado en el pueblo de Vouves, este árbol majestuoso alcanza los 12,5 metros de altura y un tronco de 4,6 metros de diámetro. Según una reciente investigación de la Universidad de Milán, su edad se estima en más de 4.000 años, lo que lo sitúa como el olivo en producción más antiguo del mundo.
«El olivo de Vouves está genéticamente emparentado con otras variedades monumentales de Chipre», destacan los científicos, quienes también señalan que ha sido injertado al menos una vez en su historia.
Este ejemplar extraordinario existía cuando Alejandro Magno marchaba por el Mediterráneo, y probablemente ya había echado raíces durante el apogeo de la civilización minoica. Su existencia lo convierte en un monumento viviente de la historia griega y mediterránea.
¿Qué le permite seguir en pie tras tantos siglos? La clave está en su biología. A diferencia de otros árboles, el olivo puede regenerarse mediante reproducción vegetativa o clonal. Gracias a su sistema de “raíz madre”, nuevos brotes emergen desde el subsuelo, incluso si el tronco sufre daños.
Este mecanismo le ha permitido al olivo de Vouves resistir sequías, incendios, invasiones y cambios climáticos, perpetuando su existencia mucho más allá del promedio de otras especies arbóreas.
A lo largo de los siglos, el aceite de oliva ha sido mucho más que un alimento. En la antigua Grecia, se utilizaba para ungir a los atletas en los Juegos Olímpicos, simbolizando fuerza y pureza. Hoy, sigue siendo un pilar de la gastronomía, la medicina natural y la cosmética en todo el Mediterráneo.
Las aceitunas del olivo de Vouves aún se cosechan, honrando una tradición milenaria. El aceite que produce forma parte de la identidad local, y continúa transmitiendo el valor de una conexión ancestral entre el ser humano y la tierra.
El olivo de Vouves no solo cuenta historias del pasado, también es clave para el futuro. La investigación sobre su genética puede aportar información crucial para conservar variedades antiguas y desarrollar nuevas cepas adaptadas al cambio climático.
Mientras tanto, se continúa un censo de olivos centenarios en toda Grecia, con el objetivo de proteger este patrimonio natural y cultural único.
«Este árbol ha sobrevivido al tiempo, a imperios y civilizaciones. Sigue en pie, dando frutos y enseñando a cada generación el valor de la paciencia, la adaptación y la memoria viva del mundo», podría decirse de este ejemplar, cuya historia está entrelazada con la nuestra.
El olivo de Vouves no es simplemente un árbol. Es historia, cultura, biología y leyenda. Y sigue, cada año, regalando aceitunas a la humanidad.
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