
La revolución del conocimiento en el agro ya está en marcha
Francisco González Antivilo, ingeniero agrónomo e investigador, invita a pensar el agro
Por: Redacción Al Rojo Vino
Cada vez más instituciones educativas en Argentina incorporan la vitivinicultura como herramienta formativa y productiva. Mendoza ha sido pionera con modelos como los de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y la Universidad Juan Agustín Maza (UMaza). Pero esta práctica ya no es exclusiva del oeste argentino: en el norte de La Pampa, la localidad de Arata también produce su propio vino educativo.
En el Centro Provincial de Formación Profesional 20 (CPFP 20), una iniciativa que comenzó en 2023 ya muestra sus primeros frutos. “Hicimos nuestra primera vinificación con uvas que nos cedieron la cooperativa de Trenel y la comuna de Pichi Huinca,” explicaron Damián Tantucci, director del Centro, y el docente Fernando Buzzo. La fermentación maloláctica está en curso, y se espera que el vino esté listo en breve.
El proyecto no se limita a la producción de vino: “Nuestro objetivo es formar a los alumnos para que puedan trabajar en viñedos, pero también para que desarrollen sus propios emprendimientos”, señaló Tantucci.
Actualmente, hay entre 100 y 120 plantas de 7 variedades distintas, trabajadas con cuatro sistemas de conducción. Estas cepas fueron implantadas en 2023 con estacas traídas desde Casa de Piedra, y se espera que el próximo año puedan realizar su primera producción completa y propia.
Uno de los aspectos más innovadores del proyecto es su carácter abierto a la comunidad. Vecinos de Arata, Trenel, Algarrobo del Águila y ahora también Caleufú participan o se interesan por desarrollar sus propios viñedos. “Trabajamos con grupos de 12 alumnos de entre 16 y 50 años que se están introduciendo en la vitivinicultura”, indicaron desde el equipo docente.
La bodega experimental también recibe apoyo institucional y busca optimizar sus recursos: “Lo vamos haciendo de a poco. Lo más costoso es la implantación, pero ya estamos armando una bodega tradicional para vinificar a baja escala”, afirmaron. A futuro, el objetivo es determinar qué variedades se adaptan mejor al terroir pampeano.
Uno de los grandes obstáculos es el acceso al agua de calidad. “Tenemos agua muy salada, lo que representa una gran limitante. Recolectamos agua de lluvia y soñamos con aplicar ósmosis inversa, aunque hoy no está a nuestro alcance,” explicaron los educadores.
Frente a estas dificultades, el equipo también prueba otras alternativas: vides de mesa, pasas de uva y hasta frutas como pistachos, cerezas y arándanos. “Estamos evaluando la factibilidad de desarrollar almendros y nogales. Si vemos que se adaptan, será una posibilidad concreta de emprendimiento para los vecinos,” sostuvo Tantucci.
El CPFP 20 articula educación técnica, desarrollo regional y formación para el trabajo. “Si los proyectos funcionan, los alumnos pueden replicarlos en sus propias tierras. No sólo capacitamos en poda o sistemas de conducción, sino que abrimos posibilidades reales de producción y empleo,” concluyeron.
Esta experiencia, que une conocimiento, territorio y comunidad, es reflejo de una tendencia en crecimiento: en cada rincón del país, el vino se convierte en aula y en herramienta de transformación social.
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