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Por: Redacción Al Rojo Vino
“Hace 25 años vine por primera vez. Cambió mucho todo… Bueno, cambiamos nosotros”, bromea Michel Rolland mientras sonríe junto al mar en Cariló. Allí volvió tras un cuarto de siglo, no a visitar viñedos, sino para participar en un torneo de golf que lleva su nombre. Su pasión por este deporte convive con la que lo convirtió en uno de los enólogos más influyentes del mundo.
Con más de cinco décadas de experiencia y proyectos en 22 países, Rolland tiene una relación especial con la Argentina. Llegó al país a fines de los años 80, convocado por Arnaldo Etchart para trabajar en Cafayate, y fue pionero en establecer estándares de calidad que posicionaron a los vinos locales en el mapa internacional.
“Argentina tiene un espacio muy importante en el mundo del vino. No hay grandes vinos en todos lados, y hoy el país aparece en esa conversación. Eso antes no sucedía”, sostiene.
Para Rolland, un vino con marketing puede fabricarse casi en cualquier lugar. Pero un gran vino necesita más que una historia bien contada: requiere una combinación precisa de variedad, suelo y técnica. Y no se encuentra en cualquier parte.
“Si todos pudieran hacer un gran vino, lo harían. Es como el golf: muchos juegan bien, pero Tiger Woods hay uno solo”, compara.
No se trata solo de clima o altura. La vieja viña, por ejemplo, es un factor clave que suele pasarse por alto. Y, aunque hoy existen grandes Cabernet Sauvignon en Argentina, el Malbec sigue siendo la cepa con mayor potencial histórico, según Rolland.
Rolland no duda al afirmar que “el vino será el futuro de Argentina”, pero advierte que no es un camino corto:
“Hay que seguir buscando lo mejor. Probar, fallar, volver a probar. Como hizo Federer, como hizo Nadal. El progreso viene del trabajo constante y del entendimiento profundo del terroir.”
Frente a las crisis económicas que atraviesa el país, se muestra sereno. Las ha visto antes.
“La crisis es paralela, te afecta, pero no cambia el potencial. Y Argentina tiene mucho. Hay muchos suelos, condiciones distintas y mucha altura. Hay que remar, pero se puede.”
Aunque reconoce que la producción de blancos aún no es significativa, admite que su calidad está mejorando. Sin embargo, considera que hoy no es negocio reemplazar viñedos tintos por blancos, aunque de hacerlo de nuevo, “plantaría un poco más de blanco”.
Sobre los consumidores jóvenes, no cree que haya que diseñar vinos específicos para ellos:
“Un joven no va a hablar de vino antes de los 22 o 23 años. Pero cuando tenga la posibilidad, le va a gustar. No se trata de edad, sino de gusto.”
Ante la pregunta sobre el impacto de la IA en la vitivinicultura, responde sin temor:
“Si los datos están bien tratados, puede ayudar. Pero por suerte, catar vino, todavía no lo puede hacer una máquina.”
Para él, el camino hacia la excelencia está en los detalles.
“Y los detalles son el peor trabajo: hacer, entender, repetir. Pero es la única forma de crecer. No hay que poner límites. Siempre hay algo que se puede mejorar.”
Michel Rolland, entre copas de sus vinos y platos del chef Olivier Falchi, cerró su paso por Cariló con una frase que sintetiza su vínculo con nuestro país:
“Francia es para vivir. Estados Unidos, para trabajar. Y Argentina… para disfrutar.”
Fuente: Adriana Santagati
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