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Por: Le Vin Filosofía – Suzana Barelli – Estado de São Paulo
El Mundus Bacillus Terrae 2021, elaborado solo con malbec por la Bodega Catena Zapata, se comercializa por R$ 3.572, en Mistral.
*El Gravascal, una pequeña parcela del viñedo Piedra Infinita, de Zuccardi, se vende por R$ 3.518, en Grand Cru.
*El Extremo, que llegó al mercado brasileño a finales de 2024 como el tinto premium de Terrazas de los Andes, cuesta R$ 1.000.
Y esos son solo algunos ejemplos. Hay otros.
La pregunta aquí no es si esos valores valen o no, incluso con toda la alta carga tributaria que incide (también) en los vinos en Brasil. Pero ¿qué ha estado sucediendo en Argentina para que los blancos y los tintos lleguen a estos valores, compatibles con varios excelentes vinos de Borgoña o Burdeos?
En una presentación, la enóloga Laura Principiano, de Zuccardi, llega con una caja llena de piedras de diferentes formas, colores y tamaños. Y explica cómo la formación de la Cordillera de los Andes generó los suelos tan diversos del Valle de Uco, al sur de Mendoza. Y por qué este subsuelo tiene tantas diferencias a pocos metros de distancia.
El punto culminante de la presentación son las calicatas, agujeros que las bodegas hacen en los viñedos para entender lo que hay debajo de la tierra. Permiten identificar el comportamiento de las raíces, de aquellas que en terrenos con muchas piedras no consiguen descender mucho para encontrar nutrientes, o en aquellos más arcillosos, que facilitan su camino en busca de nutrientes y, más que eso, qué nutrientes encuentran.
«Antes pensábamos en un viñedo homogéneo y nuestros vinos eran el promedio de todos los suelos; ahora entendemos las características y logramos tener vinos que reflejen cada lugar», explica Luis Reginato, director de viñedos de Catena.
En las calicatas del viñedo Adrianna, en Gualtallary, en el Valle de Uco, Reginato muestra estos subsuelos. El ejemplo más didáctico son las parcelas bautizadas como Piedras Blancas y Huesos Blancos, las dos plantadas con chardonnay, pero una con más piedras. Incluso cercanas, dan lugar a blancos muy distintos.
Este entendimiento sigue en las bodegas, cada vez con tanques de formatos y materiales diversos.
En Las Terrazas de los Andes, por ejemplo, conviven lado a lado las ánforas de barro, los clayver (pequeños recipientes redondos de cerámica), las barricas pequeñas y grandes (aquí llamadas foudres). Son recipientes que permiten al enólogo interpretar las uvas que llegan del viñedo.
Lo mejor, ahora para el consumidor, es que todo este trabajo comienza en los vinos íconos, pero llega a las demás etiquetas.
Fuente: Nota del diario Estado de São Paulo
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