
Bodega Malma: un sello de sostenibilidad que nace en la Patagonia y conquista el mundo
La bodega neuquina certificó sus procesos con el Sello de Vitivinicultura Argentina
Por: Stefania Chirico
La vitivinicultura argentina ya no es ajena al cambio climático. La variabilidad de las temperaturas, las lluvias intensas, las heladas tardías y la crisis hídrica marcan el ritmo de una industria que, con cada cosecha, encuentra nuevos desafíos.
En este contexto, diferentes bodegas y profesionales del sector están apostando por una reconversión profunda de sus prácticas, guiados por dos grandes enfoques: la adaptación a las nuevas condiciones y la mitigación del impacto ambiental.
Alejandro Pepa, enólogo de Bodega El Esteco, ubicada en el Valle Calchaquí, asegura que «ya no existen fechas fijas de cosecha como antes. Todo cambia año tras año». En respuesta, el Grupo Peñaflor, al que pertenece la bodega, lleva adelante un área especializada en sustentabilidad.
Riego por goteo, paneles solares, reforestación con especies nativas y protección de bosques son algunas de las acciones que implementan. «Cada inversión y proceso se evalúa desde su impacto ambiental», destaca Pepa.
En Altos Las Hormigas, el enólogo Federico Gambetta explica que el aumento de las temperaturas y los eventos extremos como granizo o heladas obligan a anticipar las vendimias y buscar soluciones creativas:
“El parral se volvió clave: aleja los racimos del calor del suelo y genera sombra protectora”.
La bodega también conserva un 40% de sus áreas como zonas nativas, reduce el uso del agua y apuesta por certificaciones de producción regenerativa.
Desde el Catena Institute, Jenifer Cugat señala que el fenómeno climático ya acorta los ciclos de maduración de las uvas y desplaza el mapa vitivinícola hacia zonas más frías. “Cada 100 metros de altitud, la temperatura baja un grado, lo cual se vuelve determinante”, afirma.
La búsqueda de soluciones incluye:
Plantación en mayor altura o latitudes más frías.
Portainjertos resistentes a la sequía y la salinidad.
Selección de varietales adaptados al nuevo ciclo climático.
Además, Cugat subraya la importancia de reducir la huella de carbono, una demanda creciente del mercado internacional. “El peso de la botella también importa”, afirma, haciendo referencia a la logística como parte del impacto ambiental.
En San Juan, la Bodega Xumek trabaja en pleno Valle de Zonda, donde los efectos del cambio climático ya son visibles. Gustavo Aceituno, su ingeniero agrónomo, destaca la implementación de técnicas de riego eficiente, manejo de canopia para proteger los racimos y prácticas de conservación de la biodiversidad en un entorno que es también una reserva natural.
En tanto, Juan Pablo Murgia, enólogo de Bodega Otronia en Chubut, advierte que si bien el sur argentino puede parecer menos afectado por el cambio climático, la gestión del recurso hídrico es clave. “Trabajamos con riego tecnificado y análisis precisos del suelo, porque el agua es lo más importante”, afirma.
La lucha contra el cambio climático en el mundo del vino es una carrera contra el tiempo. Mitigar el impacto, adaptarse a nuevas condiciones y mantener una mirada regenerativa son hoy las estrategias que permiten que la vitivinicultura siga floreciendo.
«Todo suma, teniendo siempre una visión holística que contemple cada detalle en el camino», resume Gambetta. Y ese camino, sin dudas, ya comenzó.
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