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Por: Redacción Al Rojo Vino
En el corazón rural de Goldney, partido de Mercedes, a solo 90 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, una historia de amor dio paso a un proyecto único: Granja Champs Elysées. Allí, Elise de Rincquesen, nacida y criada en París, y Fernando Calvo, oriundo de Mercedes, apostaron por una vida diferente, rodeada de naturaleza, animales y sabores con identidad.
Todo comenzó en Ushuaia, “el fin del mundo”, donde se conocieron hace más de una década. “Fue un flechazo”, recuerda Elise, que había venido a la Argentina por una pasantía. Tras años de idas y vueltas entre ambos países, una conversación navideña con su hermana fue el punto de inflexión: “Me preguntaron qué extrañaba de Francia y respondí sin dudar: ‘el queso de cabra’”. A los diez días, Fernando le propuso hacer quesos en Argentina. La idea estaba sembrada.
Lo que comenzó como un sueño se convirtió en una realidad tangible. Dejaron sus empleos —ella en administración y él en una aseguradora multinacional— para formarse durante seis meses en una granja orgánica del suroeste francés, a través del programa WWOOF (World Wide Opportunities on Organic Farms).
«Fue durísimo al principio, porque no teníamos fuerza en las manos, pero aprendimos muchísimo», contó Elise. No solo sobre quesos, también sobre una nueva forma de vivir.
A su regreso, luego de un paso por 25 de Mayo, encontraron su lugar ideal en Mercedes: una granja con espacio para las cabras, vivienda, y una cámara de frío para su quesería. Hoy crían 82 cabras productivas y 12 cabrillos, a quienes cuidan con nombre propio hasta que la cantidad ya no se los permitió.
“Vivir con las cabras es hermoso. Me encanta levantarme y verlas felices de que esté ahí”, dice Elise. Para ella, esos animales son casi como hijas: “Nos necesitan todos los días, haga calor, llueva o haga frío”. Fernando agrega: “Uno llega a conocer el balido de cada una, sus particularidades. Hay un vínculo muy especial”.
El nombre de su proyecto es un homenaje a París: Granja Champs Elysées. Allí, elaboran quesos de cabra artesanales al estilo fermier —es decir, con leche fresca de su propio rebaño, sin procesos industriales—. Producen dos tipos principales: de fermentación láctica y de coagulación enzimática, con variedades frescas, semisecas y duras.
Entre sus productos se destacan:
La Bûche (tronco)
Cabécou (cabrito)
Brique (ladrillo)
Bouchon (corcho)
Un raclette de cabra ideal para fundir
Dulce de leche de cabra y yogures
Algunos llevan una fina capa de ceniza vegetal o carbón, que aportan complejidad y un sabor “con notas a avellanas”. Toda la producción se realiza con leche sin agroquímicos, y cada queso es cuidadosamente trabajado a mano. “Cada producto pasó por nuestras manos o nuestros ojos”, destaca Fernando con orgullo.
Si bien los comienzos no fueron fáciles —“me costó el machismo… y los mosquitos”, admite Elise—, hoy no cambiaría nada: “Hay una paz increíble. El cielo argentino es maravilloso. Ni un segundo me arrepiento”.
Su granja no solo alberga cabras: también tienen dos perros, un gato cazador de lauchas, gallinas, y un caballo llamado Mistral. La comunidad francesa en Buenos Aires fue clave en sus primeros pasos como queseros. Hoy, abastecen a dietéticas, almacenes y restaurantes de alta gama como Anchoita y Roux.
“En Argentina el queso de cabra tenía mala fama, pero eso cambió mucho en los últimos años. Hay más cultura quesera y eso nos ayuda”, comenta Elise. Fernando refuerza: “Nosotros nos ocupamos de todo: la producción, la venta, la entrega. Es un trabajo full life, no full time”.
Para quien quiera animarse a estos sabores intensos y delicados, Elise recomienda:
Atemperar los quesos duros antes de servirlos (“como con el vino, si está muy frío pierde aromas”).
Maridarlos con higos, miel, mermeladas o romero.
Y, muy importante, cortarlos correctamente: “La corteza tiene que estar bien distribuida entre todos los comensales. ¡No es un detalle menor!”
Hoy, Elise y Fernando viven una vida que jamás imaginaron, pero que los representa por completo. Entre amaneceres rurales, balidos felices y sabores intensos, encontraron no solo un nuevo hogar, sino un propósito.
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