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Por: Redacción Al Rojo Vino
La gastronomía argentina es reconocida en todo el mundo por su sabor y carácter. Dentro de este universo culinario, la pizza ocupa un lugar especial, particularmente en Buenos Aires, donde se la adoptó con tanto entusiasmo que se transformó en un símbolo nacional. Pero hay dos versiones que fueron creadas íntegramente en suelo argentino y hoy forman parte del ADN de la ciudad: la fugazzeta y la pizza de cancha.
Todo comenzó en la pizzería Angelín, un ícono porteño ubicado en Av. Córdoba 5270, entre los barrios de Villa Crespo y Palermo. Allí, Oscar Vianini, su dueño en aquel entonces, ideó una pizza distinta: sin queso, con salsa de tomate y ajo bien condimentada. Así nació la pizza de cancha, pensada para ser vendida a la salida de los partidos del Club Atlético Atlanta.
«Era una opción rápida, sabrosa y accesible, perfecta para el fervor post-partido», contaban habitués del barrio.
Con una masa esponjosa y sin pretensiones, esta pizza se convirtió en un clásico urbano, servida desde un tablón improvisado apoyado sobre caballetes en plena vereda. Hoy, Angelín sigue sirviendo este ícono culinario, y lo hace con el mismo espíritu de barrio que la vio nacer.
Por otro lado, en el corazón de La Boca, nació la fugazzeta, otra creación 100% porteña. En 1932, Juan Banchero, hijo de inmigrantes genoveses, decidió transformar su panadería en pizzería y fusionar dos tradiciones: la pizza napolitana y la focaccia (fugassa, en dialecto genovés). El resultado fue una pizza cargada de identidad local: masa gruesa, mucha muzzarella y una lluvia generosa de cebolla.
El local original, Banchero, aún sigue activo en Av. Almirante Brown y Av. Suárez, y sumó dos sedes más en Av. Corrientes 1604 y 1300. Allí, vecinos y turistas pueden saborear esta receta histórica que hoy es parte de la cultura gastronómica porteña.
Lo que comenzó como adaptaciones populares, pensadas desde el ingenio y la necesidad, hoy son platos que se ofrecen con orgullo en restaurantes de todo el país y del mundo. Tanto la fugazzeta como la pizza de cancha se han convertido en símbolos del sabor argentino, veneradas por locales y celebradas por turistas.
Buenos Aires demuestra una vez más que no solo sabe comer, sabe reinventar. Y lo hace con pasión, historia y un profundo respeto por la tradición inmigrante que dio origen a su identidad culinaria. La próxima vez que pidas una porción, sabé que estás mordiendo un pedazo de historia.
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